No hay economista serio en este país que ponga los
puntos sobre las íes. El gobierno tiene la responsabilidad en sus tres ramas de
hacer los grandes ajustes antes de seguir pasando factura al pueblo. No es
posible que se aumente la obligación tributaria mediante vías directas e
indirectas para seguir una nómina gubernamental de los llamados servidores
públicos que en lugar de servirnos bien nos defraudan y nos embaucan. La mala
administración gubernamental nos ha traído a la crisis que hoy vivimos. Los
gastos que acostumbra el gobierno son altamente excesivos para una economía que
no produce ni crece. La recurrencia de gastos sin tener producción para
pagarlos ha creado una política y una mentalidad irresponsable así como
fantasiosa de gobernar y mal administrar los dineros que han circulado en las
arcas. Se tomó y se sigue tomando prestado para pagar lo impagable, para cubrir
deudas que aumentan año tras año sin que aumente desde hace mucho la producción
real de la economía. Ello ha llevado a aquellos que en lugar de vivir, amasan
inmensas fortunas a aumentar la tasa crediticia mientras la califican de pobre
o chatarra lo cual les justifica aún más su gula que a la larga se alimenta del
desangramiento del bolsillo del consumidor. Ante este cuadro, el pueblo no
puede permanecer impávido y dejar que se le siga hurgando en su bolsillo hasta
más allá de lo que significa la subsistencia básica. La mala administración
gubernamental de los que han ostentado el poder político es la responsable en
su mayor parte de la pobreza que hoy enfrentamos y que cada día acrecienta. Por
tanto no puede el pueblo esperar elecciones para revertir este daño. Las
circunstancias exigen acción inmediata y la única a la mano es organizarse y salir
a la calle a exigir, no a protestar. ¿Qué hemos de exigir?
Hemos de exigir un gobierno del pueblo y para el
pueblo como es el fundamento de las democracias. Hemos de exigir servicio como
es el propósito en que se fundamenta la política misma. Hemos de exigir que
laboren más allá de la mera comodidad y el figureo plástico. Hemos de exigir la
reducción de los salarios y beneficios gubernamentales a una medida sujeta al
salario del obrero y no sujeta al salario del ejecutivo de empresa privada. El
gobierno no es empresa de producción sino ente de servicios y por tanto sus
empleados desde el conserje hasta el juez del Tribunal Supremo han de conformarse
con la satisfacción de haber servido a la patria y no de haber vivido de la
Patria. Es por ello que el servicio que es honra no ha de ser vitalicio en
ningún caso sino un estado transitorio donde han de perdurar aquellos de
excelencia y llamados al mayor sacrificio de perdurar no por un ingreso sino
por un afán extremo y altruista de servicio.
No los necesitamos, nadie es imprescindible en el servicio excepto aquel
que lo honra con su entrega total y desinteresada.
Esta es la hora de cambiar el estado de cosas y abrir
puertas para quienes nunca han entrado a pesar de sus méritos indiscutibles y cerrárselas
a aquellos que por virtud de un clasismo y un favoritismo enajenado al
verdadero mérito, han usurpado los puestos destinados al buen servidor y no al
que se sirve y opera el gobierno en modus operandi para su modus vivendi. Nadie
se hace millonario o billonario si no ha sido mediante el despojo directo o
indirecto de la mayoría que luego se le exige conformarse por razón de que esa
es la forma en que operan las cosas. Si eso es así, esta es la hora de cambiar
esa forma de operar y comenzar con una que debió existir siempre, aquella donde
todos tengan las mismas oportunidades y se prohíba el enriquecimiento injusto a
base del despojo ajeno como presume la constitución misma. No puede continuar
el gobierno imponiendo aranceles y tarifas que las ha de sufrir el pueblo sin
ver aumento y ni siquiera oportunidad de empleos que se generen. Es el gobierno
que sin despedir empleado alguno, ha de ajustar todos los ingresos de los hasta
hoy mal llamados servidores públicos y ponerlos a ingresar en el promedio que
todo el pueblo ingresa. Esto no es socialismo pues los principios capitalistas
no han de tocarse para no chocar con las estructuras del poder que regenta esta
colonia, simplemente el gobierno no es empresa de capital y por tanto allí no
opera el principio de salarios inconmensurables con el servicio rendido. A fin
de cuentas, están muy mal pagados, pero en exceso, aquellos que en nombre de la
justicia ostentan cargos muy finos y honorables y a la hora de servir son
bochorno para la institución misma que representan. Estamos y hemos estado botando nuestro dinero
al tener en nóminas muy altas a servidores tan mediocres y corruptos. Quien
pague contento cada arbitrio, cada contribución al erario público ha de ser
sólo un alma enferma o enajenada o peor aún un cómplice que de alguna forma se
esté beneficiando amargamente en este estado tan podrido de cosas.
¿Hasta cuándo seguiremos manteniendo con cada nuevo
arbitrio a los incompetentes que nos gobiernan y a los acreedores que se
enriquecen más a costa de ello?