domingo, 23 de junio de 2013

Antes de un impuesto más, que se revise la nómina


No hay economista serio en este país que ponga los puntos sobre las íes. El gobierno tiene la responsabilidad en sus tres ramas de hacer los grandes ajustes antes de seguir pasando factura al pueblo. No es posible que se aumente la obligación tributaria mediante vías directas e indirectas para seguir una nómina gubernamental de los llamados servidores públicos que en lugar de servirnos bien nos defraudan y nos embaucan. La mala administración gubernamental nos ha traído a la crisis que hoy vivimos. Los gastos que acostumbra el gobierno son altamente excesivos para una economía que no produce ni crece. La recurrencia de gastos sin tener producción para pagarlos ha creado una política y una mentalidad irresponsable así como fantasiosa de gobernar y mal administrar los dineros que han circulado en las arcas. Se tomó y se sigue tomando prestado para pagar lo impagable, para cubrir deudas que aumentan año tras año sin que aumente desde hace mucho la producción real de la economía. Ello ha llevado a aquellos que en lugar de vivir, amasan inmensas fortunas a aumentar la tasa crediticia mientras la califican de pobre o chatarra lo cual les justifica aún más su gula que a la larga se alimenta del desangramiento del bolsillo del consumidor. Ante este cuadro, el pueblo no puede permanecer impávido y dejar que se le siga hurgando en su bolsillo hasta más allá de lo que significa la subsistencia básica. La mala administración gubernamental de los que han ostentado el poder político es la responsable en su mayor parte de la pobreza que hoy enfrentamos y que cada día acrecienta. Por tanto no puede el pueblo esperar elecciones para revertir este daño. Las circunstancias exigen acción inmediata y la única a la mano es organizarse y salir a la calle a exigir, no a protestar. ¿Qué hemos de exigir?

Hemos de exigir un gobierno del pueblo y para el pueblo como es el fundamento de las democracias. Hemos de exigir servicio como es el propósito en que se fundamenta la política misma. Hemos de exigir que laboren más allá de la mera comodidad y el figureo plástico. Hemos de exigir la reducción de los salarios y beneficios gubernamentales a una medida sujeta al salario del obrero y no sujeta al salario del ejecutivo de empresa privada. El gobierno no es empresa de producción sino ente de servicios y por tanto sus empleados desde el conserje hasta el juez del Tribunal Supremo han de conformarse con la satisfacción de haber servido a la patria y no de haber vivido de la Patria. Es por ello que el servicio que es honra no ha de ser vitalicio en ningún caso sino un estado transitorio donde han de perdurar aquellos de excelencia y llamados al mayor sacrificio de perdurar no por un ingreso sino por un afán extremo y altruista de servicio.  No los necesitamos, nadie es imprescindible en el servicio excepto aquel que lo honra con su entrega total y desinteresada.

Esta es la hora de cambiar el estado de cosas y abrir puertas para quienes nunca han entrado a pesar de sus méritos indiscutibles y cerrárselas a aquellos que por virtud de un clasismo y un favoritismo enajenado al verdadero mérito, han usurpado los puestos destinados al buen servidor y no al que se sirve y opera el gobierno en modus operandi para su modus vivendi. Nadie se hace millonario o billonario si no ha sido mediante el despojo directo o indirecto de la mayoría que luego se le exige conformarse por razón de que esa es la forma en que operan las cosas. Si eso es así, esta es la hora de cambiar esa forma de operar y comenzar con una que debió existir siempre, aquella donde todos tengan las mismas oportunidades y se prohíba el enriquecimiento injusto a base del despojo ajeno como presume la constitución misma. No puede continuar el gobierno imponiendo aranceles y tarifas que las ha de sufrir el pueblo sin ver aumento y ni siquiera oportunidad de empleos que se generen. Es el gobierno que sin despedir empleado alguno, ha de ajustar todos los ingresos de los hasta hoy mal llamados servidores públicos y ponerlos a ingresar en el promedio que todo el pueblo ingresa. Esto no es socialismo pues los principios capitalistas no han de tocarse para no chocar con las estructuras del poder que regenta esta colonia, simplemente el gobierno no es empresa de capital y por tanto allí no opera el principio de salarios inconmensurables con el servicio rendido. A fin de cuentas, están muy mal pagados, pero en exceso, aquellos que en nombre de la justicia ostentan cargos muy finos y honorables y a la hora de servir son bochorno para la institución misma que representan.  Estamos y hemos estado botando nuestro dinero al tener en nóminas muy altas a servidores tan mediocres y corruptos. Quien pague contento cada arbitrio, cada contribución al erario público ha de ser sólo un alma enferma o enajenada o peor aún un cómplice que de alguna forma se esté beneficiando amargamente en este estado tan podrido de cosas.

¿Hasta cuándo seguiremos manteniendo con cada nuevo arbitrio a los incompetentes que nos gobiernan y a los acreedores que se enriquecen más a costa de ello?

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