¿No entiendes que no quiero saber nada de ti, que no estés cerca, ni siquiera saber que existes? Por favor aléjate, no te acerques a mí, somos totalmente incompatibles.
Entonces él sin quitarse aún su zapatos, vestimenta y
nariz tan roja de payaso, supo que eso era todo. Ni siquiera tuvo que mutar su
sonrisa a la tristeza siempre fugaz. Y sin acariciar ya alguna expectativa dentro
de dicha eternidad minutera respecto a aquella señora tan fina y etiquetada,
se fue cantando feliz para siempre y nunca más supo de ella y sus infelicidades.
A lo lejos se le escuchaba todavía a él entonar aquella canción que decía había una vez, un circo que alegraba siempre el corazón...
Copyright © augustopoderes aka angelespada
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