lunes, 11 de diciembre de 2023

ILUSIONES

 

Ilusiones

"Today I kill John Lennon.” Ese fue el pensamiento inicial de aquella mañana gris en Manhattan cuando al cruzar la 42 en su intersección con la novena Gregorio Marcelo Perdomo percibió de un extraño ser que, ensimismado en su mundo, le negó los buenos días. Él no sabía nada de inglés, pero de algún lugar de su alma percibía cosas que iban más allá de su razonamiento humilde. Tan sentimental y cálido recién llegado de su amada tierra a la ciudad de los rascacielos, no comprendía la frialdad de tanta gente en aquella ciudad de espíritus gélidos. No obstante, aquel ser, que le atravesó a paso ligero el camino era más que frío, más bien, una sombra encarnada que iba a su destino determinado con aquello de matar al antiguo integrante de Los Beatles. Gregorio por su parte estaba destinado a encontrarse con Maria Rodríguez en el bar que le tocaba limpiar como conserje recién contratado. 

—Buenos días. — Le dijo al de seguridad, mientras en sigilo aquel le abría el local aún inundado de aromas de bohemia y fanfarria. 

—Esto es lo que me toca. Limpiar los residuos de la alegría y pensó que con aquella frase podría comenzar a escribir un poema. El poema, sin embargo, lo vio pasar por la acera a contraluz mañanera entre grises y luces tenues salpicadas de rojos que de alguna parte destellaban. Era ella, una chica de falda bajo la rodilla y melena negra con rostro del Caribe, palidecido por su presencia ya prolongada en el norte. Quizás los destellos carmesíes provenían de sus labios, quizás fue su imaginación, pero quiso ir tras de ella. Salir de aquel salón con olores a gozadera ajena e ir tras la propia.

María Rodríguez se dirigía a paso doble a su trabajo de maestra a domicilio de clases de pianos. Había decidido caminar aquel día y recorrer cuadras para llegar a su destino en lugar de tomar el metro. Algo alborotaba su espíritu para aquellos días. Quería deshacerse de una energía que la obsesionaba, que le quitaba la paz, la perseguía con ansias de aventuras contra las cuales luchaba mientras más en ella acrecían.     Al pasar por la acera que daba frente a la taberna/restaurant Three Brothers, dejó una estela como de mariposas colorinas que hicieron estallar en el vientre de Gregorio las ansias infinitas de conocerla. Pronto antes de que se esfumara el rastro que dejaba María, se sintió impertinentemente interrumpido por el dueño de local que salía de la trastienda, trasnochado a dar órdenes. —Don’t forget to clean that shit. — Le dijo a Gregorio mientras le señalaba el centro de una tarima donde al parecer se habían vomitado. 

Fulgencio Buenaventura de inmediato encendió un cigarrillo y esmorusado caminó hacia la salida para llegar a la acera que recién había caminado María. Gregorio tristemente vio cómo pisaba su jefe inconsciente los residuos brillantinos del paso de quien para él recién había sido una mágica aparición. —Comemierda— Pensó así de su patrón y sintió con dolor que aquel instante, aquel pedazo de vía peatonal estaba siendo profanado por el fumador que a contraluz entonces parecía un ser surgido de las sombras lúgubres que dibujaban las luces mañaneras a través de las vitrinas. 

Las sirenas y el ruido habitual de toda la ciudad de pronto se hicieron sentir. Vuelto a la realidad continuó labores no sin dejar de pensar en aquel espectro mágico de belleza inusual que para él implicó el tránsito de María Rodríguez. ¿Cómo daría con ella? ¿La volvería a ver? ¿Tomaría ella la misma ruta de regreso? ¿Cómo se presentaría él? Tenía que idearse un plan que no tardó en cuajarse en su mente.

A las dos de la tarde un hombre camina de lado a lado. Recorre la acera y espera mirando constantemente el reloj en la muñeca. Viste de chaqueta y corbata, pantalones en juego al gabán y zapatos marrón bien lustrados. Parece un ejecutivo de banco, quizás un oficial de préstamos. Se ha detenido frente al Credit Union y sonríe como ensayando a todos los que transcurren por la vía. Desde adentro el guardia de seguridad le observa con sospecha. El hombre mira a la distancia y la ve venir, es ella. La acompaña el mismo destello que en la mañana, es su ángel, es su luz que la hace brillar para él que se ha disfrazado de gerente de banco y la espera para hacerle el cuento de su vida.

Como a las 10:50 matan a John Lennon, aquel misterioso personaje que se le cruzó a Gregorio la misma mañana que este supo de la existencia de María Rodríguez, el mismo día que la conoció y bajo engaño la invitó a salir con él que disfrazado de lo que no era, le vendió sueños que mató ilusiones propias y las de ella por toda una vida entera.   

augustopoderes copyrigth 8-11 diciembre 2023.

https://youtu.be/IZBsTeGwSyE?si=mlL9PlQz4sg-Z_D2


miércoles, 24 de febrero de 2021

Libélulas

 










Y volarán las libélulas 

Las mismas que urgieron 

Turbulencias al nacer

De mí a esta vida

Por gusto furtivo 

Travieso de mis padres. 

Soy un proscrito,

Un ilegal a este mundo 

Un bastardo

Sin amor de padres.

De padres que murieron 

Muy temprano 

Lanzados del paraíso 

No sé si por pecado

Que encarné

Y cual Montecristo

Encontré solo

Por contradecir avatares 

El tesoro de la vida 

Que siempre 

Me fue negado.

Soy el bastardo inverosímil 

El insulto 

A quienes 

Nunca nada

Les ha faltado.

Soy hijo 

De las libélulas 

Que un día se juntaron

Soy hijo

De quienes me adoptaron.

Soy de las libélulas

Turbulencia 

Recuerdo de memoria 

Que apenas 

Mi historia 

He contado. 


augustopoderes copyright © 

24/02.21

lunes, 8 de febrero de 2021

El Hombre Azul




Hay un hombre azul que se está muriendo

Tiene escamas antiguas de otros mundos

Y es azul como el misterioso verso

Con ojos que se apagan en tristeza

En melancolía pura sin remedio.

El hombre azul vaga por los canales

De todos los recuerdos, busca aliento

En memorias felices que abundaron

En todas las vidas de cada tiempo.

Pasan sonrisas resonando besos

Pasa una anciana de mantilla blanca

Palpando unas cuentas, recita un rezo

Una lágrima perlada se asoma

Y forma un espejo de seres buenos

Reflejados a la luz de un candil

Antiguo sirio y lucero impregnado

De un misterio profundo y de un incienso

Con aroma único para cada alma.

El hombre azul lo aspira y sabe bien

Que es el suyo, su galaxia le llama.

Llega la hora y se habrá de desnudar

Llega la hora y se habrá de conjugar

En el ser que sabe es de otro mundo.

El hombre azul lo sabe y lo han soñado

Sus musas, sus hadas, sus ninfas todas

Que le han llorado en sus sueños estrellas

Para el camino, para su sendero

Por si acaso pasa agujeros negros

En ese viaje inter dimensional  

Le resplandezcan más los universos

Y todos los mundos, los paralelos

Que al fin tocará pulsando las almas

Esferas de estrellas que le esperan

Para jugar armonías, balances

Y contarles como le fue este viaje

Al planeta azul, tercero del sol

Que como un terrícola habitó

El hombre azul que hoy agoniza y muere

Ciñéndose su cinturón de Orión.

Muere lento, pero muere contento.

 

augusto poderes Copyright © 2021

8/02/21


domingo, 31 de enero de 2021

Consuelo De Dolores

Consuelo de Dolores

Se fue un día a caminar

Pues tenía que encontrar

Los fragmentos de sus flores.

Explosión de colores

Como en onda expansiva

Le urgió aquella evasiva

Y un olvido de amores.

Consuelo de Dolores

Se fue un día a la deriva.

 

Dicen quienes la vieron

Que una cresta amarilla

Sobre blanca mantilla

Flotaba desde lejos.

Resplandecía el reflejo

Cual triste despedida

Sin encontrar medida

Que pesara sus sueños.

Y más aún sus anhelos

En puerta de salida.

 

Lágrima resplandecía

Alguien osó decir

Cuando al verla partir

Destello que así lucía.

Llanto que guardaría

En moisés que cargaba

Y vacío lo alejaba

De aquella terrible aldea.

Pues es aldea, aunque sea

Ciudad tan refinada.

 

Culpas que desterraban

Mujeres buenas de antes

Por ajeno talante

Del decir que imperaba.

Apariencias guardaban

Y nacían los secretos

Por antiguos decretos

Nacían y morían almas.

Consuelo se iba en calma

Muriendo a fuego lento.

  

Consuelo de Dolores

Pisando el suelo seco

Sus lágrimas al suelo

Salpica a borbotones.

No nacen ya más flores

Imagina un pecado

Troca nardos por cardos  

Y olvida sus amores.

De tantas estaciones

Canas salen al lado.

 

Vagando por los mundos

De tanto imaginario

Plegaria en incensario

La ven desde el futuro.

Un alma con orgullo

Que un día arrebatado

Y del moisés robado

Destejió los secretos.

Le escribe con respeto

Un hijo que la honrado.

 

 

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31/01/2021

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domingo, 17 de enero de 2021

Tumbao

 




–¿Entonces te gusta profanar tumbas?

–Mhmhm

–¿Qué?

–Mhmhm

–Ya sé, estás amordazado y por supuesto que no te voy a desatar.

–frgrij.

–Bonito sonido. Me recuerdas al lagarto de la película que hablaba una lengua extraña entre resoplidos. ¿Enemigo mío se titulaba?

El aprehendido no deja de observarle con ojos extraviados en el terror suplicante de que lo suelte que no habrá de denunciarlo.

–Esa mirada de terror que tienes, la he visto tantas veces. Es mi mejor alimento, no necesito de tus palabras.

Golpeando con los zapatos enfangados el suelo donde yace amarrado desde la noche antes cuando fue sorprendido en la fantasía de su romance con su difunta esposa, gruñe nuevamente.

–No te exasperes. No puedo quitarte la mordaza, aunque quisiera.

Le mira con odio por primera vez, con ganas de asesinarle y lanza un gruñido sordo sin el efecto acústico deseado.

–La acústica aquí no es la mejor para que grites y me empeores el maldito tinitus que me está volviendo loco. Mucho menos para dejar que te escuchen. Eso es de mi exclusividad ahora. Soy tu audiencia y tú eres la mía. No tienes idea lo que es mi vida en este cementerio de mierda.

Le mira de momento reflexivo, con un dejo de compasión por el mugriento enterrador que era el orgullo del pueblo por mantener el camposanto pleno de cipreses y variada flora como un verdadero jardín del último reposo. Mantenía tumbas y panteones todas nítidas, pintadas del blanco brilloso que resplandecía hiriendo retinas en días soleados. Las gafas obscuras eran allí necesarias, más para protegerse del resplandor que para ocultar ojos lloros de dolientes en las despedidas de sus repentinamente tan queridos muertos.

–Mira, pelota de cabrón, después que yo me jodo manteniendo este cementerio al lugar de ser considerado el más hermoso del país; ¿tú vienes a profanarlo y enfangar tumbas?

Mirándole directamente a los ojos.

–Me importa un carajo que era tu difunta esposa la que estabas visitando.

La mirada cambia.

–Hablas muy bien con mirada o gestos o quizás ya he desarrollado la telepatía de tanto hablar con los muertos, muertas, muertes, muertis, o muertus… Qué se yo; porque ahora es esa la puñetera moda. Como si las calaveras que son todas iguales tuviéramos que diferenciarlas de los que fueran calaveros. ¿Cuándo has visto a una calavera que le cuelguen los cojones para diferenciarlas?

Cierra los ojos y se ríe casi sollozando.

–Búrlate; ¡hijoeputa! De seguro que eres de esa gente engreída, académicos, intelectuales, inútiles de aire acondicionado que les sobra tanto que se han puesto a joder en que hay que ser de una manera tan supuestamente inclusiva que el lenguaje que nos trajo a ver la luz de este día hay que modificarlo pues todo había sido una maldita construcción.

Con ademán de cabeza hacia los hombros le deja saber por donde se pasaba lo que acababa de escuchar.

–Díselo al que se está muriendo de hambre que no es lo mismo carne de pollo que de polla o de vaca que de buey. El hambriento poco o nada le importa si eran todas, todos, todes o lo que sea lo que había en la granja que nunca le llegó a su plato, aunque le sobró en la mesa del que discutía tanta sandez bizantina. Ahí te tiré otra palabra fina.

Una risa histérica se ha apoderado del tumbado que yace, amordazado y amarrado de pies y manos.   

–¡Construcción a mí! A mí que les construyo las últimas moradas para sus reductos mortales, yo también se usar palabras finas. ¡Pendejo!

Mirándole con cara de qué rayos te pasa a ti, canto de loco.

–No me mires así. Eso me molesta que insinúen siquiera que estoy loco.

Entonces, el prisionero de aquel panteón cierra los ojos y suspira.

–Ya vas comprendiendo. Vivo para los muertos, particularmente para los más adinerados o que fueron, esos son los que más taller me dan.

Entonces por su mente pasa la tumba de su difunta esposa que era una sencilla, sin lujos, ni siquiera nicho para adornarle con flores y/o estatuillas.

–Exactamente como lo estás pensando, miserable. Tanta nostalgia y tanta cursilería y ni siquiera te molestaste en costearle alguna tumba decente para su reposo postrero.

Una mirada hacia adentro le revuelca la culpa.

–Yo, sin embargo, le pintaba siempre que podía su tumba con la pintura que me sobraba de otros panteones. Le recogía flores de los tiestos ajenos y le hacía su propio ramo y venía y le hablaba y le escuchaba todos sus silencios de muerta abandonada.

Le mira sorprendido, impresionado.

–Por las noches, le veía flotar y vagar hacia tu residencia. Luego contagiada de tu melancolía regresaba a ponerse a hablar con su vecina. Sí, ya sabía de ti y de sus fugas. Sabía que un día, vendrías a buscarla.

Copyright © augustopoderes17 de enero de 2021


sábado, 16 de enero de 2021

Gato en Hornilla

 


Luego de los actos fúnebres de Don Cayetano De Los Santos Reynoso, que en paz descanse si puede, citaron a Plutarco Pérez para que declarara sobre un motín que se formó en dicha ocasión en el mismo cementerio. De los archivos, surge la siguiente declaración que libre, voluntariamente y a su manera redactó y juramentó el susodicho Plutarco:

“Dice el dogma que son nueve días luego de consumadas las exequias fúnebres (coloquialmente después de que sepultan al muerto) que se observan los rezos para que el alma del difunto coja el mejor de los rumbos. La última vez que estuve en uno de estos ritos tan necesarios para la paz de los vivos más que de los muertos, les cerré la función como dirían en los tiempos de antes para las fiestas, literalmente como el rosario de la aurora. Es que no aguanto las hipocresías y allí dos terribles hipócritas me vinieron a extender la mano luego de haber sido los causantes de las penas últimas del difunto por quien rezábamos. En lugar de extenderle la mano les extendí dos buenos palmetazos y es por ello por lo que me habían proscrito de todas la funerarias y casas de rezos fúnebres. Sin embargo, cuando me enteré de la muerte de quien en vida fue Cayetano De Los Santos Reynoso, alias Tanito, pedí la indulgencia de su familia, la cual es de acomodo, para que me permitiera irle a rezar, velarle, comparecer a la misa de cuerpo presente y al consabido entierro que se llevaría a cabo en el panteón de lujo que a su vez es joya arquitectónica del cementerio con mayor señorío en toda la zona. Huelga decir que allí reposan los huesos de los Peñalosa fundadores del pueblo y de todos los ilustres, esos que siempre llaman indispensables, aunque se hayan largado aún a las pailas del mismísimo infierno. Precisamente, no era que me importara que me reinstauraran a los sitios proscritos, es que tenía una encomienda del difunto la noche que partió y me visitó en sueños suplicándome que le corroborara el estado de su gato.

Resulta que don Tano, que era como se le acortaba y se le apodaba de aquel nombre tan largo, me visitó en sueños y me reveló de su muerte. Muy preocupado ya en su estado de ánima me pedía que fuera a rezar por él, a participar en todos los ritos y responsos para asegurarse de que su visión al mundo de los difuntos no fuera nada más que pasajera, como son los limbos y los purgatorios.  A mí qué me importaba, si el tipo hasta un dinero me había estafado una vez que le rendí unos servicios, sin embargo, accedí a su pedido, pues es más fuerte la curiosidad que el mismo deber de ayudar a un alma en pena.

Don Tano, pues ya de muerto no se les debe tratar a los difuntos con la confianza de un diminutivo como era el de Tanito, en el sueño me había dicho que quería corroborar si su gato lo habían quemado en una hornilla en esta orilla de la existencia tridimensional de las almas o era que le estaba esperando el gato del diablo al rojo vivo. Fue por eso que bajé al sótano de mi orgullo y me atreví a llamar a sus parientes, a la funeraria y a cuanto influyente en Peñalosa para que me permitieran asistir como dije (y me gusta cómo suena) a eso de las exequias funerales.

Es todo un espectáculo cuando la gente se muere, más si tienen alguna que otra relevancia pública. Los don nadie, como los atorrantes de cierta alcurnia llaman al humilde, no se corren apuros post morten, se mueren, los velan, los entierran y al olvido en la rueda que nos muele y nos pisa a todos. ¡Ah, pero en cuanto aquellos con cierto renombre sea bien o mal ganado es distinta la cosa! Una de las primeras cosas más allá del trillado era tan bueno, lo declaran como un indispensable. Si era tan indispensable; ¿por qué demonios se murió para podrirse como se pudre toda la materia orgánica? Indispensable será en todo caso para los gusanos y todo ente en la cadena de descomposición en el ciclo de vida. ¿Pero no éramos todos iguales ante el Creador? ¿Aún más no éramos iguales ante la ley con la declaración Universal de Derechos, la revolución francesa, la americana y todas esas latas humanas de igualité, liberté, fraternité? Pero no, los mismos que andan proclamando igualdades, auto declarándose paladines de los derechos humanos, abolicionistas de lo que esté en boga que haya que abolir, de repente se tornan exclusivistas, elitistas, exclusionistas, en fin, comemierdas de la peor calaña porque se han pasado la vida entera postulando todo lo contrario.

Y allí estaba yo, Plutarco Pérez, Don Plutarco para un acto tan solemne vestido de traje negro, puro luto, con crespón vino tinto en la solapa, sombrero negro gafas negras y sonrisa de dientes pasmados ante tanta y cada dama que en vida había manoseado el difunto, ex pediatra de todos los nacidos en los últimos cincuenta años de aquel pueblo, amante de las esposas de sus amigos que le confiaban sus criaturas y diacono comulgador de los feligreses dogmáticos que cada domingo le escuchaban sus letanías y le recibían la comunión como si de verdad fuera un varón decente.  Mirando a su viuda, la pobre anciana que le había perdonado tanta cornada total para que se le fuera a lo último con la puta flaca que nos lleva a todos, le fui adelantando esos detalles a la concurrencia. Yo mismo, que me colé y declaré sin pudor alguno por qué el tal Tanito al morir lo esperaba dogmáticamente, como me lo reveló en sueños, un gato del infierno sobre una hornilla encendida al rojo vivo.”

Copyright © augustopoderes16 de enero de 2021