sábado, 16 de enero de 2021

Gato en Hornilla

 


Luego de los actos fúnebres de Don Cayetano De Los Santos Reynoso, que en paz descanse si puede, citaron a Plutarco Pérez para que declarara sobre un motín que se formó en dicha ocasión en el mismo cementerio. De los archivos, surge la siguiente declaración que libre, voluntariamente y a su manera redactó y juramentó el susodicho Plutarco:

“Dice el dogma que son nueve días luego de consumadas las exequias fúnebres (coloquialmente después de que sepultan al muerto) que se observan los rezos para que el alma del difunto coja el mejor de los rumbos. La última vez que estuve en uno de estos ritos tan necesarios para la paz de los vivos más que de los muertos, les cerré la función como dirían en los tiempos de antes para las fiestas, literalmente como el rosario de la aurora. Es que no aguanto las hipocresías y allí dos terribles hipócritas me vinieron a extender la mano luego de haber sido los causantes de las penas últimas del difunto por quien rezábamos. En lugar de extenderle la mano les extendí dos buenos palmetazos y es por ello por lo que me habían proscrito de todas la funerarias y casas de rezos fúnebres. Sin embargo, cuando me enteré de la muerte de quien en vida fue Cayetano De Los Santos Reynoso, alias Tanito, pedí la indulgencia de su familia, la cual es de acomodo, para que me permitiera irle a rezar, velarle, comparecer a la misa de cuerpo presente y al consabido entierro que se llevaría a cabo en el panteón de lujo que a su vez es joya arquitectónica del cementerio con mayor señorío en toda la zona. Huelga decir que allí reposan los huesos de los Peñalosa fundadores del pueblo y de todos los ilustres, esos que siempre llaman indispensables, aunque se hayan largado aún a las pailas del mismísimo infierno. Precisamente, no era que me importara que me reinstauraran a los sitios proscritos, es que tenía una encomienda del difunto la noche que partió y me visitó en sueños suplicándome que le corroborara el estado de su gato.

Resulta que don Tano, que era como se le acortaba y se le apodaba de aquel nombre tan largo, me visitó en sueños y me reveló de su muerte. Muy preocupado ya en su estado de ánima me pedía que fuera a rezar por él, a participar en todos los ritos y responsos para asegurarse de que su visión al mundo de los difuntos no fuera nada más que pasajera, como son los limbos y los purgatorios.  A mí qué me importaba, si el tipo hasta un dinero me había estafado una vez que le rendí unos servicios, sin embargo, accedí a su pedido, pues es más fuerte la curiosidad que el mismo deber de ayudar a un alma en pena.

Don Tano, pues ya de muerto no se les debe tratar a los difuntos con la confianza de un diminutivo como era el de Tanito, en el sueño me había dicho que quería corroborar si su gato lo habían quemado en una hornilla en esta orilla de la existencia tridimensional de las almas o era que le estaba esperando el gato del diablo al rojo vivo. Fue por eso que bajé al sótano de mi orgullo y me atreví a llamar a sus parientes, a la funeraria y a cuanto influyente en Peñalosa para que me permitieran asistir como dije (y me gusta cómo suena) a eso de las exequias funerales.

Es todo un espectáculo cuando la gente se muere, más si tienen alguna que otra relevancia pública. Los don nadie, como los atorrantes de cierta alcurnia llaman al humilde, no se corren apuros post morten, se mueren, los velan, los entierran y al olvido en la rueda que nos muele y nos pisa a todos. ¡Ah, pero en cuanto aquellos con cierto renombre sea bien o mal ganado es distinta la cosa! Una de las primeras cosas más allá del trillado era tan bueno, lo declaran como un indispensable. Si era tan indispensable; ¿por qué demonios se murió para podrirse como se pudre toda la materia orgánica? Indispensable será en todo caso para los gusanos y todo ente en la cadena de descomposición en el ciclo de vida. ¿Pero no éramos todos iguales ante el Creador? ¿Aún más no éramos iguales ante la ley con la declaración Universal de Derechos, la revolución francesa, la americana y todas esas latas humanas de igualité, liberté, fraternité? Pero no, los mismos que andan proclamando igualdades, auto declarándose paladines de los derechos humanos, abolicionistas de lo que esté en boga que haya que abolir, de repente se tornan exclusivistas, elitistas, exclusionistas, en fin, comemierdas de la peor calaña porque se han pasado la vida entera postulando todo lo contrario.

Y allí estaba yo, Plutarco Pérez, Don Plutarco para un acto tan solemne vestido de traje negro, puro luto, con crespón vino tinto en la solapa, sombrero negro gafas negras y sonrisa de dientes pasmados ante tanta y cada dama que en vida había manoseado el difunto, ex pediatra de todos los nacidos en los últimos cincuenta años de aquel pueblo, amante de las esposas de sus amigos que le confiaban sus criaturas y diacono comulgador de los feligreses dogmáticos que cada domingo le escuchaban sus letanías y le recibían la comunión como si de verdad fuera un varón decente.  Mirando a su viuda, la pobre anciana que le había perdonado tanta cornada total para que se le fuera a lo último con la puta flaca que nos lleva a todos, le fui adelantando esos detalles a la concurrencia. Yo mismo, que me colé y declaré sin pudor alguno por qué el tal Tanito al morir lo esperaba dogmáticamente, como me lo reveló en sueños, un gato del infierno sobre una hornilla encendida al rojo vivo.”

Copyright © augustopoderes16 de enero de 2021

2 comentarios:

  1. La verdad es que me ha sacado la risa el sólo imaginar las caras de los oyentes ante las revelaciones y el tremendo motín formado, un pandenomium. Muy buen relato.

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