Luego de los actos fúnebres de Don Cayetano De Los
Santos Reynoso, que en paz descanse si puede, citaron a Plutarco Pérez para que
declarara sobre un motín que se formó en dicha ocasión en el mismo cementerio.
De los archivos, surge la siguiente declaración que libre, voluntariamente y a
su manera redactó y juramentó el susodicho Plutarco:
“Dice el dogma que son nueve días luego de consumadas las
exequias fúnebres (coloquialmente después de que sepultan al muerto) que se
observan los rezos para que el alma del difunto coja el mejor de los rumbos. La
última vez que estuve en uno de estos ritos tan necesarios para la paz de los
vivos más que de los muertos, les cerré la función como dirían en los tiempos
de antes para las fiestas, literalmente como el rosario de la aurora. Es que no
aguanto las hipocresías y allí dos terribles hipócritas me vinieron a extender
la mano luego de haber sido los causantes de las penas últimas del difunto por
quien rezábamos. En lugar de extenderle la mano les extendí dos buenos palmetazos
y es por ello por lo que me habían proscrito de todas la funerarias y casas de
rezos fúnebres. Sin embargo, cuando me enteré de la muerte de quien en vida fue
Cayetano De Los Santos Reynoso, alias Tanito, pedí la indulgencia de su
familia, la cual es de acomodo, para que me permitiera irle a rezar, velarle, comparecer
a la misa de cuerpo presente y al consabido entierro que se llevaría a cabo en
el panteón de lujo que a su vez es joya arquitectónica del cementerio con mayor
señorío en toda la zona. Huelga decir que allí reposan los huesos de los Peñalosa
fundadores del pueblo y de todos los ilustres, esos que siempre llaman indispensables,
aunque se hayan largado aún a las pailas del mismísimo infierno. Precisamente,
no era que me importara que me reinstauraran a los sitios proscritos, es que
tenía una encomienda del difunto la noche que partió y me visitó en sueños suplicándome
que le corroborara el estado de su gato.
Resulta que don Tano, que era como se le acortaba y se
le apodaba de aquel nombre tan largo, me visitó en sueños y me reveló de su
muerte. Muy preocupado ya en su estado de ánima me pedía que fuera a rezar por él,
a participar en todos los ritos y responsos para asegurarse de que su visión al
mundo de los difuntos no fuera nada más que pasajera, como son los limbos y los
purgatorios. A mí qué me importaba, si
el tipo hasta un dinero me había estafado una vez que le rendí unos servicios, sin
embargo, accedí a su pedido, pues es más fuerte la curiosidad que el mismo
deber de ayudar a un alma en pena.
Don Tano, pues ya de muerto no se les debe tratar a los
difuntos con la confianza de un diminutivo como era el de Tanito, en el sueño
me había dicho que quería corroborar si su gato lo habían quemado en una hornilla
en esta orilla de la existencia tridimensional de las almas o era que le estaba
esperando el gato del diablo al rojo vivo. Fue por eso que bajé al sótano de mi
orgullo y me atreví a llamar a sus parientes, a la funeraria y a cuanto
influyente en Peñalosa para que me permitieran asistir como dije (y me gusta cómo
suena) a eso de las exequias funerales.
Es todo un espectáculo cuando la gente se muere, más
si tienen alguna que otra relevancia pública. Los don nadie, como los
atorrantes de cierta alcurnia llaman al humilde, no se corren apuros post
morten, se mueren, los velan, los entierran y al olvido en la rueda que
nos muele y nos pisa a todos. ¡Ah, pero en cuanto aquellos con cierto renombre
sea bien o mal ganado es distinta la cosa! Una de las primeras cosas más allá
del trillado era tan bueno, lo declaran como un indispensable. Si era
tan indispensable; ¿por qué demonios se murió para podrirse como se pudre toda
la materia orgánica? Indispensable será en todo caso para los gusanos y todo
ente en la cadena de descomposición en el ciclo de vida. ¿Pero no éramos todos
iguales ante el Creador? ¿Aún más no éramos iguales ante la ley con la
declaración Universal de Derechos, la revolución francesa, la americana y todas
esas latas humanas de igualité, liberté, fraternité? Pero no, los mismos
que andan proclamando igualdades, auto declarándose paladines de los derechos
humanos, abolicionistas de lo que esté en boga que haya que abolir, de repente
se tornan exclusivistas, elitistas, exclusionistas, en fin, comemierdas de la
peor calaña porque se han pasado la vida entera postulando todo lo contrario.
Y allí estaba yo, Plutarco Pérez, Don Plutarco para un
acto tan solemne vestido de traje negro, puro luto, con crespón vino tinto en
la solapa, sombrero negro gafas negras y sonrisa de dientes pasmados ante tanta
y cada dama que en vida había manoseado el difunto, ex pediatra de todos los
nacidos en los últimos cincuenta años de aquel pueblo, amante de las esposas de
sus amigos que le confiaban sus criaturas y diacono comulgador de los
feligreses dogmáticos que cada domingo le escuchaban sus letanías y le recibían
la comunión como si de verdad fuera un varón decente. Mirando a su viuda, la pobre anciana que le había
perdonado tanta cornada total para que se le fuera a lo último con la puta
flaca que nos lleva a todos, le fui adelantando esos detalles a la concurrencia.
Yo mismo, que me colé y declaré sin pudor alguno por qué el tal Tanito al morir
lo esperaba dogmáticamente, como me lo reveló en sueños, un gato del infierno sobre
una hornilla encendida al rojo vivo.”
Copyright © augustopoderes16 de enero
de 2021
La verdad es que me ha sacado la risa el sólo imaginar las caras de los oyentes ante las revelaciones y el tremendo motín formado, un pandenomium. Muy buen relato.
ResponderEliminarAsí na mismo y mucho más....
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