lunes, 11 de enero de 2021

Fósforo

 

                                                                Parte II de Brandi 

Fósforo

Cuando despertó, encontró que la almohada estaba humedecida del llanto que la noche de su amor fantasmal derramó hasta quedarse dormido. La angustia amarga y el dolor de la pena se entremezclaba aún con el sabor melancólico de aquellas galletas de higo que le potenciaron el espíritu etílico del brandy que había tomado antes de quedarse dormido y soñar que la tenía otra vez, como siempre, que le hacía el amor en aquel apego Inter dimensional que no soltaba. Entonces se levantó, serían entre las tres y cuatro de la madrugada. Miró por la ventana y volvió a ver aquel resplandor que le hechizaba, le hipnotizaba y le hacía perder el sentido de su existencia de vivo para creerse muerto, como los que estaban allá en el camposanto que desde su habitación en aquella casa desolada que habitaba se podía observar.

Lloviznaba y los faroles resplandecían su luz artificial reflejada en los charcos del pavimento y las losas de las tumbas incoloras, severas en su posteridad de lo que en su momento lo allí guardado brilló en luces multicolores. La madrugada, húmeda de tenues contrastes blanquecinos al resplandor del halógeno dejaba entrever como de las tumbas emergían halos. Eran como llamas bailarinas sobre estas, entre panteones y sobre el granito, estaba ella sola insinuándose en ondas de brisa sin prisa. Aspiró como un alivio de realidad, se sumergió en aquel llamado seductor de ultratumba y sin darse cuenta, estaba con ella, otra vez allí sentado sobre el epitafio. Ella le sonrió, otra vez con pena. Aquel acto de negación no la traería a la vida, no lo volvería a ser de él la esposa. Una vez se es viudo siempre se ha de serlo. Le quedaba vivir con aquella realidad y si ella no le visitaba a la casa, entonces él como aquella madrugada llegaba hasta su tumba y pretendía ignorar el hecho de la partida eterna, pero más aún, pretendía ser, él el muerto.

Cuando la visitaba al panteón, no hacían el amor como en la casa por respeto a las ánimas que en el cementerio estaban despiertas en los diferentes asuntos dejados pendientes en la vida física. Se ponían a filosofar, a hablar de los elementos, de las estrellas y terminaban mirándose a los ojos para verse en ellos como estrellas reducidas inmortales en sus elementos que entre el vivo y el fallecido persistían. Somos eternos, le dijo ella. Él la ignoró y siguió mirando galaxias más allá de las miradas, allende la noche y las estrellas que tintineaban tímidamente entre la niebla y las nubes de las lloviznas intermitentes.

–¿Sabes que soy más afrodisiaca que antes?

–Lo sé. – Le contestó y tragó grueso.

–No, en serio. – Él la miró con la más profunda de las melancolías y ella prosiguió.  Estamos compuestos de lo mismo que están compuestas esas estrellas que miras.

–Lo sé. Como dicen, estamos hechos de polvo de estrellas.

–Lo has dicho bien. Como dicen. Nunca pude con los que se adjudicaban como de ellos lo que se ha dicho por siempre. Poco puede decir el humano que no se haya dicho por nuestros más antiguos ancestros.

–Siempre fuiste humilde.

–Humilde, no. Fui realista y auténtica en la medida que mi conciencia me dio para ello. A veces me creía ser auténtica, pero realmente era inteligente a la vez que excesivamente ignorante. Además, leí a Unamuno y a los grandes.

–Pero no mostraste nunca arrogancia, ni soberbia.

–Tú me amabas tanto. ¿Cómo ibas a notarlo?

–Quizás, eso sentía, pero nunca supe protestarlo porque me seducías y yo me rendía.

–Tenemos un pacto. En el cementerio ni nos besamos.

–Es cierto. – Le dijo mientras retrocedía el paso avanzado.

–Pero quizás debamos hacer una excepción a la vez que un sacrificio.

Él la miró con ojos casi llorosos pues cuando de sacrificios se trataba sabía que era para cumplirlos a cabalidad y sin remedio. La condición por supuesto valdría la pena y por eso una taquicardia repentina le bombeaba aquellos lagrimones que intentaba reprimir ante ella.

–Llora.

Ya sin remedio el resto de la noche, la losa de la tumba permanecería salpicada por lágrimas viejas, abortadas en tantos otros tiempos, recicladas en almohadas, renacidas en recuerdos y melancolías para por fin soltarlas definitivamente de aquel ciclo ante ella que se iba pareciendo a la despedida que él se negaba a conceder.

–Volviendo al tema del polvo de estrellas, de nuestra composición química orgánica y en particular la virtud afrodisiaca que todavía ejerzo en ti. – Ante el ademán de una respuesta, ella llevó su índice a sus labios de fantasma para que él siguiera guardando silencio entre sus lágrimas y prosiguió. – Ya de todos los minerales de los que estamos compuestos lo que más abunda en esta fosa es el fósforo.

Al amanecer, el cementerio ardía en llamas.

Copyright © augustopoderes11 de enero de 2021

https://youtu.be/_MpQ4XOO99E?list=RDMM_MpQ4XOO99E


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