lunes, 22 de marzo de 2021
miércoles, 24 de febrero de 2021
Libélulas
Y volarán las libélulas
Las mismas que urgieron
Turbulencias al nacer
De mí a esta vida
Por gusto furtivo
Travieso de mis padres.
Soy un proscrito,
Un ilegal a este mundo
Un bastardo
Sin amor de padres.
De padres que murieron
Muy temprano
Lanzados del paraíso
No sé si por pecado
Que encarné
Y cual Montecristo
Encontré solo
Por contradecir avatares
El tesoro de la vida
Que siempre
Me fue negado.
Soy el bastardo inverosímil
El insulto
A quienes
Nunca nada
Les ha faltado.
Soy hijo
De las libélulas
Que un día se juntaron
Soy hijo
De quienes me adoptaron.
Soy de las libélulas
Turbulencia
Recuerdo de memoria
Que apenas
Mi historia
He contado.
augustopoderes copyright ©
24/02.21
lunes, 8 de febrero de 2021
El Hombre Azul
Hay un hombre azul que se está muriendo
Tiene escamas
antiguas de otros mundos
Y es azul como el
misterioso verso
Con ojos que se
apagan en tristeza
En melancolía pura
sin remedio.
El hombre azul
vaga por los canales
De todos los recuerdos,
busca aliento
En memorias
felices que abundaron
En todas las vidas
de cada tiempo.
Pasan sonrisas
resonando besos
Pasa una anciana
de mantilla blanca
Palpando unas
cuentas, recita un rezo
Una lágrima
perlada se asoma
Y forma un espejo
de seres buenos
Reflejados a la
luz de un candil
Antiguo sirio y
lucero impregnado
De un misterio profundo
y de un incienso
Con aroma único para
cada alma.
El hombre azul lo
aspira y sabe bien
Que es el suyo, su
galaxia le llama.
Llega la hora y se
habrá de desnudar
Llega la hora y se
habrá de conjugar
En el ser que sabe
es de otro mundo.
El hombre azul lo
sabe y lo han soñado
Sus musas, sus
hadas, sus ninfas todas
Que le han llorado
en sus sueños estrellas
Para el camino,
para su sendero
Por si acaso pasa agujeros negros
En ese viaje inter
dimensional
Le resplandezcan más
los universos
Y todos los mundos,
los paralelos
Que al fin tocará
pulsando las almas
Esferas de
estrellas que le esperan
Para jugar
armonías, balances
Y contarles como
le fue este viaje
Al planeta azul,
tercero del sol
Que como un terrícola
habitó
El hombre azul que
hoy agoniza y muere
Ciñéndose su
cinturón de Orión.
Muere lento, pero muere contento.
augusto poderes
Copyright © 2021
8/02/21
domingo, 31 de enero de 2021
Consuelo De Dolores
Consuelo de Dolores
Se fue un día a caminar
Pues tenía que encontrar
Los fragmentos de sus flores.
Explosión de colores
Como en onda expansiva
Le urgió aquella evasiva
Y un olvido de amores.
Consuelo de Dolores
Se fue un día a la deriva.
Dicen quienes la vieron
Que una cresta amarilla
Sobre blanca
mantilla
Flotaba desde lejos.
Resplandecía el reflejo
Cual triste despedida
Sin encontrar medida
Que pesara sus sueños.
Y más aún sus anhelos
En puerta de salida.
Lágrima resplandecía
Alguien osó decir
Cuando al verla partir
Destello que así lucía.
Llanto que guardaría
En moisés que cargaba
Y vacío lo alejaba
De aquella terrible aldea.
Pues es aldea, aunque sea
Ciudad tan refinada.
Culpas que desterraban
Mujeres buenas de antes
Por ajeno talante
Del decir que imperaba.
Apariencias guardaban
Y nacían los secretos
Por antiguos decretos
Nacían y morían almas.
Consuelo se iba en calma
Muriendo a fuego lento.
Consuelo de Dolores
Pisando el suelo seco
Sus lágrimas al suelo
Salpica a borbotones.
No nacen ya más flores
Imagina un pecado
Troca nardos por cardos
Y olvida sus amores.
De tantas estaciones
Canas salen al lado.
Vagando por los mundos
De tanto imaginario
Plegaria en incensario
La ven desde el futuro.
Un alma con orgullo
Que un día arrebatado
Y del moisés robado
Destejió los secretos.
Le escribe con respeto
Un hijo que la honrado.
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angelespada
31/01/2021
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domingo, 17 de enero de 2021
Tumbao
–¿Entonces te gusta profanar tumbas?
–Mhmhm
–¿Qué?
–Mhmhm
–Ya sé, estás amordazado y por supuesto que no te voy
a desatar.
–frgrij.
–Bonito sonido. Me recuerdas al lagarto de la película
que hablaba una lengua extraña entre resoplidos. ¿Enemigo mío se titulaba?
El aprehendido no deja de observarle con ojos
extraviados en el terror suplicante de que lo suelte que no habrá de denunciarlo.
–Esa mirada de terror que tienes, la he visto tantas
veces. Es mi mejor alimento, no necesito de tus palabras.
Golpeando con los zapatos enfangados el suelo donde yace
amarrado desde la noche antes cuando fue sorprendido en la fantasía de su
romance con su difunta esposa, gruñe nuevamente.
–No te exasperes. No puedo quitarte la mordaza, aunque
quisiera.
Le mira con odio por primera vez, con ganas de
asesinarle y lanza un gruñido sordo sin el efecto acústico deseado.
–La acústica aquí no es la mejor para que grites y me
empeores el maldito tinitus que me está volviendo loco. Mucho menos para
dejar que te escuchen. Eso es de mi exclusividad ahora. Soy tu audiencia y tú
eres la mía. No tienes idea lo que es mi vida en este cementerio de mierda.
Le mira de momento reflexivo, con un dejo de compasión
por el mugriento enterrador que era el orgullo del pueblo por mantener el camposanto
pleno de cipreses y variada flora como un verdadero jardín del último reposo. Mantenía
tumbas y panteones todas nítidas, pintadas del blanco brilloso que resplandecía
hiriendo retinas en días soleados. Las gafas obscuras eran allí necesarias, más
para protegerse del resplandor que para ocultar ojos lloros de dolientes en las
despedidas de sus repentinamente tan queridos muertos.
–Mira, pelota de cabrón, después que yo me jodo
manteniendo este cementerio al lugar de ser considerado el más hermoso del país;
¿tú vienes a profanarlo y enfangar tumbas?
Mirándole directamente a los ojos.
–Me importa un carajo que era tu difunta esposa la que
estabas visitando.
La mirada cambia.
–Hablas muy bien con mirada o gestos o quizás ya he
desarrollado la telepatía de tanto hablar con los muertos, muertas, muertes, muertis,
o muertus… Qué se yo; porque ahora es esa la puñetera moda. Como si las
calaveras que son todas iguales tuviéramos que diferenciarlas de los que fueran
calaveros. ¿Cuándo has visto a una calavera que le cuelguen los cojones para
diferenciarlas?
Cierra los ojos y se ríe casi sollozando.
–Búrlate; ¡hijoeputa! De seguro que eres de esa gente engreída,
académicos, intelectuales, inútiles de aire acondicionado que les sobra tanto
que se han puesto a joder en que hay que ser de una manera tan supuestamente inclusiva
que el lenguaje que nos trajo a ver la luz de este día hay que modificarlo pues
todo había sido una maldita construcción.
Con ademán de cabeza hacia los hombros le deja saber
por donde se pasaba lo que acababa de escuchar.
–Díselo al que se está muriendo de hambre que no es lo
mismo carne de pollo que de polla o de vaca que de buey. El hambriento poco o
nada le importa si eran todas, todos, todes o lo que sea lo que había en la
granja que nunca le llegó a su plato, aunque le sobró en la mesa del que
discutía tanta sandez bizantina. Ahí te tiré otra palabra fina.
Una risa histérica se ha apoderado del tumbado que yace,
amordazado y amarrado de pies y manos.
–¡Construcción a mí! A mí que les construyo las últimas
moradas para sus reductos mortales, yo también se usar palabras finas. ¡Pendejo!
Mirándole con cara de qué rayos te pasa a ti, canto de
loco.
–No me mires así. Eso me molesta que insinúen siquiera
que estoy loco.
Entonces, el prisionero de aquel panteón cierra los
ojos y suspira.
–Ya vas comprendiendo. Vivo para los muertos, particularmente
para los más adinerados o que fueron, esos son los que más taller me dan.
Entonces por su mente pasa la tumba de su difunta
esposa que era una sencilla, sin lujos, ni siquiera nicho para adornarle con
flores y/o estatuillas.
–Exactamente como lo estás pensando, miserable. Tanta
nostalgia y tanta cursilería y ni siquiera te molestaste en costearle alguna
tumba decente para su reposo postrero.
Una mirada hacia adentro le revuelca la culpa.
–Yo, sin embargo, le pintaba siempre que podía su
tumba con la pintura que me sobraba de otros panteones. Le recogía flores de
los tiestos ajenos y le hacía su propio ramo y venía y le hablaba y le
escuchaba todos sus silencios de muerta abandonada.
Le mira sorprendido, impresionado.
–Por las noches, le veía flotar y vagar hacia tu
residencia. Luego contagiada de tu melancolía regresaba a ponerse a hablar con
su vecina. Sí, ya sabía de ti y de sus fugas. Sabía que un día, vendrías a
buscarla.
Copyright © augustopoderes17 de enero
de 2021
sábado, 16 de enero de 2021
Gato en Hornilla
Luego de los actos fúnebres de Don Cayetano De Los
Santos Reynoso, que en paz descanse si puede, citaron a Plutarco Pérez para que
declarara sobre un motín que se formó en dicha ocasión en el mismo cementerio.
De los archivos, surge la siguiente declaración que libre, voluntariamente y a
su manera redactó y juramentó el susodicho Plutarco:
“Dice el dogma que son nueve días luego de consumadas las
exequias fúnebres (coloquialmente después de que sepultan al muerto) que se
observan los rezos para que el alma del difunto coja el mejor de los rumbos. La
última vez que estuve en uno de estos ritos tan necesarios para la paz de los
vivos más que de los muertos, les cerré la función como dirían en los tiempos
de antes para las fiestas, literalmente como el rosario de la aurora. Es que no
aguanto las hipocresías y allí dos terribles hipócritas me vinieron a extender
la mano luego de haber sido los causantes de las penas últimas del difunto por
quien rezábamos. En lugar de extenderle la mano les extendí dos buenos palmetazos
y es por ello por lo que me habían proscrito de todas la funerarias y casas de
rezos fúnebres. Sin embargo, cuando me enteré de la muerte de quien en vida fue
Cayetano De Los Santos Reynoso, alias Tanito, pedí la indulgencia de su
familia, la cual es de acomodo, para que me permitiera irle a rezar, velarle, comparecer
a la misa de cuerpo presente y al consabido entierro que se llevaría a cabo en
el panteón de lujo que a su vez es joya arquitectónica del cementerio con mayor
señorío en toda la zona. Huelga decir que allí reposan los huesos de los Peñalosa
fundadores del pueblo y de todos los ilustres, esos que siempre llaman indispensables,
aunque se hayan largado aún a las pailas del mismísimo infierno. Precisamente,
no era que me importara que me reinstauraran a los sitios proscritos, es que
tenía una encomienda del difunto la noche que partió y me visitó en sueños suplicándome
que le corroborara el estado de su gato.
Resulta que don Tano, que era como se le acortaba y se
le apodaba de aquel nombre tan largo, me visitó en sueños y me reveló de su
muerte. Muy preocupado ya en su estado de ánima me pedía que fuera a rezar por él,
a participar en todos los ritos y responsos para asegurarse de que su visión al
mundo de los difuntos no fuera nada más que pasajera, como son los limbos y los
purgatorios. A mí qué me importaba, si
el tipo hasta un dinero me había estafado una vez que le rendí unos servicios, sin
embargo, accedí a su pedido, pues es más fuerte la curiosidad que el mismo
deber de ayudar a un alma en pena.
Don Tano, pues ya de muerto no se les debe tratar a los
difuntos con la confianza de un diminutivo como era el de Tanito, en el sueño
me había dicho que quería corroborar si su gato lo habían quemado en una hornilla
en esta orilla de la existencia tridimensional de las almas o era que le estaba
esperando el gato del diablo al rojo vivo. Fue por eso que bajé al sótano de mi
orgullo y me atreví a llamar a sus parientes, a la funeraria y a cuanto
influyente en Peñalosa para que me permitieran asistir como dije (y me gusta cómo
suena) a eso de las exequias funerales.
Es todo un espectáculo cuando la gente se muere, más
si tienen alguna que otra relevancia pública. Los don nadie, como los
atorrantes de cierta alcurnia llaman al humilde, no se corren apuros post
morten, se mueren, los velan, los entierran y al olvido en la rueda que
nos muele y nos pisa a todos. ¡Ah, pero en cuanto aquellos con cierto renombre
sea bien o mal ganado es distinta la cosa! Una de las primeras cosas más allá
del trillado era tan bueno, lo declaran como un indispensable. Si era
tan indispensable; ¿por qué demonios se murió para podrirse como se pudre toda
la materia orgánica? Indispensable será en todo caso para los gusanos y todo
ente en la cadena de descomposición en el ciclo de vida. ¿Pero no éramos todos
iguales ante el Creador? ¿Aún más no éramos iguales ante la ley con la
declaración Universal de Derechos, la revolución francesa, la americana y todas
esas latas humanas de igualité, liberté, fraternité? Pero no, los mismos
que andan proclamando igualdades, auto declarándose paladines de los derechos
humanos, abolicionistas de lo que esté en boga que haya que abolir, de repente
se tornan exclusivistas, elitistas, exclusionistas, en fin, comemierdas de la
peor calaña porque se han pasado la vida entera postulando todo lo contrario.
Y allí estaba yo, Plutarco Pérez, Don Plutarco para un
acto tan solemne vestido de traje negro, puro luto, con crespón vino tinto en
la solapa, sombrero negro gafas negras y sonrisa de dientes pasmados ante tanta
y cada dama que en vida había manoseado el difunto, ex pediatra de todos los
nacidos en los últimos cincuenta años de aquel pueblo, amante de las esposas de
sus amigos que le confiaban sus criaturas y diacono comulgador de los
feligreses dogmáticos que cada domingo le escuchaban sus letanías y le recibían
la comunión como si de verdad fuera un varón decente. Mirando a su viuda, la pobre anciana que le había
perdonado tanta cornada total para que se le fuera a lo último con la puta
flaca que nos lleva a todos, le fui adelantando esos detalles a la concurrencia.
Yo mismo, que me colé y declaré sin pudor alguno por qué el tal Tanito al morir
lo esperaba dogmáticamente, como me lo reveló en sueños, un gato del infierno sobre
una hornilla encendida al rojo vivo.”
Copyright © augustopoderes16 de enero
de 2021
jueves, 14 de enero de 2021
Concho
Al clarear del día, patrulleros de todos los contornos
del pueblo, así como la unidad de bomberos llegaron ante las incesantes
llamadas de la gente histérica que reportó haber visto todo el cementerio de
Peñalosa, encendido en llamas. Con gran asombro todos se miraron entre sí cuestionándose
qué rayos pudo haber pasado pues prácticamente todo el sector urbano había reportado
haber visto un gran incendio y hasta escuchado los gritos que salían de entre
las llamas. El jefe de la policía, el comandante Cipriano Ciruelas, era uno que
desde la calle opuesta a la entrada al cementerio había visto el resplandor de
las llamas. Sorprendentemente el camposanto estaba intacto por lo cual procuraron
la presencia inmediata de la persona a cargo del lugar fúnebre.
–Allá viene. – Le dijo el sargento Severino Polaina al
jefe que le urgía la presencia del cuidador del cementerio.
Concho Frías, con aliento a alcohol desde temprano, lo
disimulaba con otro de los tufos que cargaba en su humanidad, aquel de formol
que impregnaba su vestimenta severamente desliñada. A veces pensaba que era un
embalsamado en vida. Pero no, todos sabemos que se trataba del enterrador del pueblo,
del guarda del cementerio, del chófer de la carroza fúnebre y del remendador de
situaciones y de lo que se le encargara por parte Don Cipriano Peñalosa que era
el dueño de la mitad del pueblo y por supuesto de la funeraria y del cementerio,
reducto último material de los que en vida se creyeron dueños de algo. Estaba
dispuesto a todo, pero sin disposición ninguna por cuenta propia que no fuera
generar ingresos para el sustento de su familia y su adicción al alcohol que
era como podía sobrellevar aquella fetidez de cadáver que siempre le inundaba
su existencia. Maltrecho con su cabello desgreñado, las patas de gallina alrededor
de sus ojos marcándole profundidades prematuras al rostro de mediana edad, sin
llegar a tomar café por la urgencia tuvo que empezar a contestar preguntas de
la policía y los bomberos según mejor podía para su estado.
–Disculpe que lo haya hecho esperar. Tuve que llevar a
mis hijas a la escuela.
–¿En el coche fúnebre?
–Pues claro. ¿En qué más? No sabe el bullicio y la alegría
de toda la escuela cuando ellas llegan.
–Me imagino. Como en la televisión; ¿verdad? Pero,
vamos a lo que vinimos.
–Pues yo vine porque me dijeron que usted me mandó a
buscar.
–No se haga el gracioso que no estoy para chistes. ¿Qué
sabe del fuego?
–¿Qué fuego?
–Se está haciendo o ignora del escandalo que formó la
gente en el pueblo esta madrugada gritando que se le quemaban los muertos.
–Ah; esa era mi esposa gritándome esta mañana que se
me quemaban los huevos que había puesto a freír.
–Otro chistecito y lo arresto por obstrucción a la justicia.
¡No sea charlatán!
–Está bien, está bien, pero como yo no veo que se haya
quemado nada no sé por qué tanta alarma.
–Mire, la alarma es que no puede ser que todo un
pueblo haya alucinado un fuego aquí en el cementerio y usted que prácticamente habita
este lugar ni cuenta se haya dado y todavía bromea sin querer darse por
enterado.
–Si usted me da un segundo, rápido le traigo un libro
que tengo en la carroza fúnebre que puede explicar el fenómeno.
Entonces regresando de la vieja limosina funeraria, en
sus manos terrosas sostenía un libraco que fue abriendo según caminaba para ir
a darle una cátedra presuntuosa al jefe policial para que no se confundiera con
aquella apariencia suya pues el tipo tan inculto no lo era.
–Mira Cipriano…
–¡Joderse contigo! ¡Comandante! ¡Capitán! ¿Cuál es la
confianza?
–Que te doblo la edad, te conozco desde la cuna y que
enterré a tu madre…Pero no nos distraigamos. Mira estas imágenes. Son los fuegos
fatuos.
El comandante haciéndose que sabía de lo que se
trataba asumió de inmediato una postura aún más sobria y le dijo que era eso lo
que se imaginaba había pasado. Concho lo miró con el reojo que observan los
reptiles, sonrió y cerró el libro.
–Mire capitán, este cementerio es muy antiguo, con el
paso del tiempo la acumulación de los minerales que por descomposición de los
cadáveres ha aumentado a tal grado que contribuye a fenómenos que parecerían sobrenaturales,
pero por el contrario es muy natural observarse el tipo de fenómeno que esta
madrugada observó el pueblo.
–Parece que es tiempo de que se busque un nuevo lugar
para un nuevo cementerio.
–Mejor digamos que los cementerios son innecesarios.
–¿Ah sí? ¿Y de qué usted va a vivir?
–¿Y quién le dijo que yo vivo con esta peste a muerto
que cargo encima?
Sin
esperar respuesta se fue al panteón donde había encerrado al melancólico que
anoche profanó la tumba de ella.
Copyright © augustopoderes14 de enero
de 2021
lunes, 11 de enero de 2021
Fósforo
Parte II de Brandi
Fósforo
Cuando despertó, encontró que la almohada estaba
humedecida del llanto que la noche de su amor fantasmal derramó hasta quedarse
dormido. La angustia amarga y el dolor de la pena se entremezclaba aún con el
sabor melancólico de aquellas galletas de higo que le potenciaron el espíritu
etílico del brandy que había tomado antes de quedarse dormido y soñar que la
tenía otra vez, como siempre, que le hacía el amor en aquel apego Inter
dimensional que no soltaba. Entonces se levantó, serían entre las tres y cuatro
de la madrugada. Miró por la ventana y volvió a ver aquel resplandor que le
hechizaba, le hipnotizaba y le hacía perder el sentido de su existencia de vivo
para creerse muerto, como los que estaban allá en el camposanto que desde su habitación
en aquella casa desolada que habitaba se podía observar.
Lloviznaba y los faroles resplandecían su luz
artificial reflejada en los charcos del pavimento y las losas de las tumbas incoloras,
severas en su posteridad de lo que en su momento lo allí guardado brilló en
luces multicolores. La madrugada, húmeda de tenues contrastes blanquecinos al
resplandor del halógeno dejaba entrever como de las tumbas emergían halos. Eran
como llamas bailarinas sobre estas, entre panteones y sobre el granito, estaba
ella sola insinuándose en ondas de brisa sin prisa. Aspiró como un alivio de realidad,
se sumergió en aquel llamado seductor de ultratumba y sin darse cuenta, estaba
con ella, otra vez allí sentado sobre el epitafio. Ella le sonrió, otra vez con
pena. Aquel acto de negación no la traería a la vida, no lo volvería a ser de
él la esposa. Una vez se es viudo siempre se ha de serlo. Le quedaba vivir con
aquella realidad y si ella no le visitaba a la casa, entonces él como aquella
madrugada llegaba hasta su tumba y pretendía ignorar el hecho de la partida
eterna, pero más aún, pretendía ser, él el muerto.
Cuando la visitaba al panteón, no hacían el amor como
en la casa por respeto a las ánimas que en el cementerio estaban despiertas en los
diferentes asuntos dejados pendientes en la vida física. Se ponían a filosofar,
a hablar de los elementos, de las estrellas y terminaban mirándose a los ojos
para verse en ellos como estrellas reducidas inmortales en sus elementos que entre
el vivo y el fallecido persistían. Somos eternos, le dijo ella. Él la
ignoró y siguió mirando galaxias más allá de las miradas, allende la noche y
las estrellas que tintineaban tímidamente entre la niebla y las nubes de las
lloviznas intermitentes.
–¿Sabes que soy más afrodisiaca que antes?
–Lo sé. – Le contestó y tragó grueso.
–No, en serio. – Él la miró con la más profunda de las
melancolías y ella prosiguió. Estamos
compuestos de lo mismo que están compuestas esas estrellas que miras.
–Lo sé. Como dicen, estamos hechos de polvo de
estrellas.
–Lo has dicho bien. Como dicen. Nunca pude con
los que se adjudicaban como de ellos lo que se ha dicho por siempre. Poco puede
decir el humano que no se haya dicho por nuestros más antiguos ancestros.
–Siempre fuiste humilde.
–Humilde, no. Fui realista y auténtica en la medida que
mi conciencia me dio para ello. A veces me creía ser auténtica, pero realmente
era inteligente a la vez que excesivamente ignorante. Además, leí a Unamuno y a
los grandes.
–Pero no mostraste nunca arrogancia, ni soberbia.
–Tú me amabas tanto. ¿Cómo ibas a notarlo?
–Quizás, eso sentía, pero nunca supe protestarlo
porque me seducías y yo me rendía.
–Tenemos un pacto. En el cementerio ni nos besamos.
–Es cierto. – Le dijo mientras retrocedía el paso
avanzado.
–Pero quizás debamos hacer una excepción a la vez que
un sacrificio.
Él la miró con ojos casi llorosos pues cuando de
sacrificios se trataba sabía que era para cumplirlos a cabalidad y sin remedio.
La condición por supuesto valdría la pena y por eso una taquicardia repentina
le bombeaba aquellos lagrimones que intentaba reprimir ante ella.
–Llora.
Ya sin remedio el resto de la noche, la losa de la
tumba permanecería salpicada por lágrimas viejas, abortadas en tantos otros
tiempos, recicladas en almohadas, renacidas en recuerdos y melancolías para por
fin soltarlas definitivamente de aquel ciclo ante ella que se iba pareciendo a
la despedida que él se negaba a conceder.
–Volviendo al tema del polvo de estrellas, de nuestra composición
química orgánica y en particular la virtud afrodisiaca que todavía ejerzo en ti.
– Ante el ademán de una respuesta, ella llevó su índice a sus labios de
fantasma para que él siguiera guardando silencio entre sus lágrimas y
prosiguió. – Ya de todos los minerales de los que estamos compuestos lo que más
abunda en esta fosa es el fósforo.
Al amanecer, el cementerio ardía en llamas.
Copyright © augustopoderes11 de enero
de 2021
https://youtu.be/_MpQ4XOO99E?list=RDMM_MpQ4XOO99E